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miércoles, 30 de abril de 2014

Este jueves, un relato: Crisis...






Desde siempre me han gustado los niños... y como se acerca el Día del Niño, éste 30 de abril, pues quiero dedicar este espacio a ellos. Cuando niña, creí que yo tendría un montón de hijos, me visualizaba así... pero entre estudios universitarios, más estudios, profesión y demás... pues nunca me convertí en esa señora con un montón de hijos...Gracias a Dios, a los 30 años, me bendijo dándome la alegría de ser madre, tengo una niña a la que le faltan 4 mesecitos para tener apenas 2 años.

Y desde ya, que me preocupa su educación, y más que nada, me refiero a inculcarle buenos valores, a formarla y moldearla para bien. Desde ya, que tengo un montón de dudas, no tenemos un instructivo que nos diga o nos lleve de la mano de cómo educar a nuestros hijos, desde lo básico hasta lo complejo. Tengo esa manía (que tienen los psicólogos) de analizar la conducta de mi niña. No me gusta tomar el papel de psicóloga con mi propia hija, de echo con ningún miembro de mi familia. Pero como yo, soy primeriza, y todo lo que haga mi hija me sorprende, me conmueve, me sensibiliza y obviamente me hace feliz.

Veo, por ejemplo, en mi niña, el aprendizaje por imitación... tiene en su corto vocabulario, palabras que comúnmente yo digo... imita mi risa, mis movimientos, mis gestos, hasta incluso me ha imitado en mi forma de caminar. Eso me gusta y me asusta.

Tengo de vecinos a dos niñitas y un niño, sus papás les gritan malas palabras, los insultan, incluso fuman y toman alcohol delante de ellos. Veo una gran crisis de valores en la niñez. Muchos buenos valores se están perdiendo... como el simple hecho de respetar a los mayores, el saludar, el dar las gracias, el comportarse como niños. Ellos son unas esponjitas y debemos cuidarlos, amarlos y guiarlos por el camino correcto. Esa es nuestra responsabilidad.
 
 
 
 


Azulia Abigail
 Aquí mi niña, imitándome... según ella lavará su ropa...

 
 
 
 
 
 
 
 
Para más relatos de crisis, visita a Pepe, en Desgranando momentos.
 
 
 
 
 
 

domingo, 27 de abril de 2014

Descanso ven a mí...






Cuando la mayoría de las personas andaba de vacaciones, a mí me tocó trabajar... bueno, no me quejo, gracias a Dios tengo trabajo, pero si ansiaba al menos descansar. Estaré... unos seis días libre de este mundo de notas periodísticas en el que vivo día a día. Tengo muchas cosas pendientes... como un concurso de relatos para mayo, la palabra de Sindel, ya dejé programada mi entrada para este jueves... así que los leeré a todos cuando regrese... también tengo pendiente el siguiente capítulo de Almas Perdidas, para esas poquitas personas que la han estado leyendo, espero de regreso seguir con el capítulo siguiente... como es un tema paranormal... y es una historia más real que ficción... pues me han seguido pasando cosas que creí que al pasar de los años, ya no pasarían, por eso la he dejado descansar... en fin... lo digo por los que me han preguntado si la seguiré escribiendo... sí, seguiré con eso después de estos días, en los que quiero estar con mi Azulita, quiero disfrutar a mi niña y pasear con ella, juntas ver el cielo azul y ponernos a jugar, aunque yo ya esté ya muy grande para esas cosas, me divierto como enana.
 
 
Aprovecho para desearles a todos un feliz Día del Niño, sí a todos, porque todos llevamos un niño dentro.




miércoles, 23 de abril de 2014

Este jueves, un relato: Personas


                       "Cuando hablo solo, es siempre en plural.
                                        La máscara de tantas caras que no sé sacarme.
                                     La máscara me protege. Duermo en la calle".





Es fácil ubicarlo, siempre transita las mismas calles y para en las mismas banquetas. Su entorno es esta ciudad que nos ahoga de antipatía y de falta de sensibilidad. Lo vemos como un extraño, lo juzgamos, lo creemos loco, le sacamos la vuelta. Es igual a mí, igual que tú, la diferencia es que él no tiene hogar, ha decidido que su morada sea la calle. No lujos, no comodidades, no pertenencias. Pero él así lo eligió. Benito quiso dejar de ser lo que era y perderse; o más bien, encontrarse. Porque se había convertido en algo que no quería ser; ya no era feliz. ¿De qué le sirvió tanto dinero, tantas propiedades que sólo lo hundieron en el gran pozo de la infelicidad? Quiso perderse y encontrarse. Quiso ser un Benito libre aunque callejero. Pero ya nada lo ataba, su gran carga poco a poco había sido liberada.

Detrás de esas manos sucias, de esa barba de días, de esos harapos, nadie podrá imaginarse que Benito era actor, un gran actor que poco a poco ganó la fama que muchos envidiarían, alimentaba el ego con aplausos. Pero en el fondo, una esposa manipuladora e infiel lo esperaba en casa sólo para exigir comodidades y lujos; unos hijos engreídos que el dinero iba moldeando. El amor estaba ausente en esa gran casona en la que ya no quedaba olor de hogar, sus moradores apenas conversaban y cada cual vivía su propia vida. Benito no soportaba tanto egoísmo y se sentía despreciado por los suyos, así fue cayendo en la desgana y la apatía y dejó de preocuparse por su trabajo. Su representante, al verlo hundirse sin remedio dejó de buscarle papeles en las obras importantes y luego también en las de barrio, al final dejó de llamarlo totalmente.

Benito salió un día de casa y ya no volvió. Escasea hasta de lo imprescindible pero vive tranquilo sin tanto parásito chupándole la sangre. A veces se le oye recitar y muchos dicen que de noche, en sueños, declama con una soberbia entonación.
 
 
 
Esta semana de relatos, me ha tocado trabajar en pareja con Leonor, haciendo de esto una bonita experiencia. Te invito a leer más relatos de Personas con Juan Carlos.
 
 
 
 

lunes, 21 de abril de 2014

Palabra 17 de 52.- JUNTOS


 
 
 
Queríamos compartir la vida juntos

más nuestros mundos

hoy caminan por sendas diferentes.

Otras lunas nos visitan

otras citan nos esperan.

Estrellas diferentes nos alumbran.

Yo frágil, no he aprendido a decir adiós

Tú orgulloso lo has echado al olvido

Ya no espero ese día

ya me doy por vencida

y te digo adiós, vida mía.

Juntos, en la eterna poesía.
 
 
 
Estamos todos JUNTOS contando las semanas con nuestra amiga Sindel.

 

jueves, 17 de abril de 2014

Detrás de la Máscara Parte 1


martes, 15 de abril de 2014

Este jueves, un relato: Mara Laira



 
 
Una mujer joven, quizá de algunos 25 años, estaba sentada en una banca dentro de una estación de autobuses, esperando su turno de abordar, el destino la llevaría a Hurlingham; donde amigos y su padrino Demiurgo la esperaban en una fiesta de cumpleaños.



Mara Laira se encontraba impaciente, pues no quería retrasarse más de la cuenta. Se dirige al empleado de la taquilla, y le pregunta si demorará más el autobús. El señor le contesta malhumorado que ya le ha contestado la misma pregunta varias veces, cada diez minutos para ser exactos, y que se está cansando de responder. Mara Laira mirándolo extrañada, le dice que es la primera vez que ella se lo pregunta, incluso había estado un rato sentada esperando. Mara vuelve a sentarse, y ve que su maleta ha desaparecido.



Se dirige de nuevo al señor malhumorado y éste le contesta que no sabe. Mara Laira vuelve a su lugar y ve la maleta color beige pero en el lado opuesto de la banca.



Mara no es ese tipo de mujer imaginativa ni se deja llevar por temores ni excesos de ansiedad, es una chica con la cabeza bien puesta, y todo esto la está poniendo a prueba. Inesperadas circunstancias atacarán su sentido de la realidad y una cadena de pesadillas pondrá su lucidez en entre dicho. Se preguntará, si se está volviendo loca.



Vuelve a desaparecer su veliz, pero intenta justificarlo pensando que alguien tiene uno idéntico al suyo. Pero un empleado le dice que ella lo ha entregado y sacado varias veces, comportándose de manera extraña.



Sorprendida e inquieta se dirige al sanitario y la mujer de limpieza que se encontraba dentro le pregunta si ya se siente bien.



¿Sentirme bien? ¿Por qué lo pregunta?



Porque hace rato que me ha me comentado que se sentía mal— le dijo un tanto extrañada la mujer.



Pero si es la primera vez que entro—le responde contrariada Mara.



Mara Laira no se explica qué está pasando en ese lugar, una persona se llevó su veliz, otra no deja de preguntar sobre el retraso del autobús y ahora ella le dice que ya había entrado al tocador antes. Mara se desespera y piensa que lo único que le falta es dormir y eso la tranquilizará... abre el lavabo, y decide mojar su rostro con algunas gotas de agua. Cuando mira su rostro en el espejo y acicala sus cabellos, se ve a ella misma sentada en la banca esperando su autobús, cierra los ojos y después desaparece.



Mara preocupada vuelve a sentarse y le pregunta a otros pasajeros que esperaban si habían visto a una mujer parecida a ella. Nadie sabe responderle.



Mara Laira piensa que quizá se está enfermando y que son sólo imaginaciones y que tiene que llegar sin atraso a la fiesta de cumpleaños.



Un joven simpático y sociable se sienta en la misma banca que Mara, y éste le pregunta (por su aspecto) si se siente bien. Se presentan. Mara le dice su nombre, que es locutora y a veces trabaja de modelo, que pronto tendrá su fiesta de cumpleaños, que Demiurgo ha organizado. También le confiesa que se ha visto a ella misma, en esa banca, en la imagen del espejo, cuando estaba en el sanitario.



Tal vez, es sólo una mujer que se parece a ella, o una broma, o algo sin importancia, le comenta Byrnes. Mientras llega el autobús, Mara camina apresuradamente para abordarlo y se queda petrificada cuando se ve a ella misma dentro del autobús, en uno de los asientos delanteros. sufre un desmayo y pierde el autobús. El joven simpático la lleva a un hospital, pues cree que Mara ha perdido la razón... Mara le pide que llame a su padrino, a Demiurgo, que la espera en Hurlingham.



Byrnes trata de localizar a Demiurgo. En el lobby del salón donde estaban todos reunidos para la fiesta de cumpleaños de Mara, un encargado le avisa a Demiurgo que tiene una llamada telefónica de Mara Laira, que es muy importante. Demiurgo sonríe y le dice al encargado, que vaya broma, pero no contestará la llamada, pues su gran amiga Mara Laira estaba a unos metros de él, disfrutando de la fiesta y bailando alguna canción de Andrés Calamaro, en compañía de Mr. Dealy, Flin, Lao, Sindel, Yessy, Judith, Gaby y demás jueveros.



(Mara, asustada en el hospital, pensó sobre algo, algo extraño, pudo recordar sobre algo que oyó o quizá leyó hace tiempo, sobre diferentes planos de existencia, sobre dos mundos diferentes, ambos existen... cada uno tiene un duplicado en este mundo o en otro mundo... por capricho o por algún motivo inexplicable convergen, el duplicado llega a entrar en nuestro mundo y para sobrevivir tiene que reemplazar para poder existir... un Doppelganger... "el que camina a lado de nosotros").
 
 
 
 
Nota: Siento haberme excedido en el límite de palabras, pero realmente necesitaba extenderme para poder crear mi relato)
 


 
 
 
 Para más relatos de Mara Laira con nuestro amigo Demiurgo.
 
 
 

lunes, 14 de abril de 2014

Palabra 16 de 52.- PERDÓN



 
EL PERDÓN





Libera del resentimiento de quien ofende...

se renuncia a la ofensa



Éste (el perdón) surge de la libertad y

caridad.



Nace de la voluntad.



El perdón es una decisión de abandonar el

resentimiento.



Perdón, viene de la palabra latina "per donare",

que significa "dejar ir", "dar por" o "dar para"



En griego es "afesis", que significa "liberación"



Cuando ejercemos el perdón, "soltamos" a quien no

ha ofendido o nos ha hecho un mal.



El perdón, antes de ser un hecho social, es una capacidad

humana, en la medida en que intenta lo aparentemente

imposible -deshacer lo que ha sido hecho-. Es una acción

valiente, que pensamos que no podemos lograr.



Es ante todo una decisión personal, una opción del corazón y también de la razón.



Perdonar no es olvidar (cómo bien lo dice nuestro amigo Lao Paunero) sino reconciliarnos con nosotros mismos y con quien nos haya ofendido. Porque perdonar no quiere decir que olvidemos, ya que hay que aprender de las experiencias y olvidar puede llevarnos a cometer el mismo error más veces. No significa olvidar. . . Significa hacer de ese recuerdo una sabiduría.


Para más perdones con nuestra amiga Sindel.





Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”



 

viernes, 11 de abril de 2014

ALMAS PERDIDAS. Capítulo 4: Volando entre sedas (Parte II)




 
Capítulo 4: Volando entre sedas (Parte II)





Cuando mi padre se enteró, le quiso dar un infarto. Para él no era posible que a mi madre le hayan visto la cara. La hayan defraudado y robado parte del dinero. Pues como había dicho antes, una fuerza extraña me impidió sacar todos los fajos de billetes... yo los aventé en la cama, pero cuando regresé al cuarto, los billetes no estaban en la cama, estaban escondidos abajo de una almohada, muy bien guardados.


Le pregunté a Alexa si había sido ella, y me dijo que no. Mi madre y yo nos quedamos sorprendidas... pues estábamos seguras que los fajos estaban en la cama. Aún así, mi padre tuvo una gran pelea con mi madre. Pues esas señoras gitanas se habían llevado mucho dinero, la habían robado enfrente de su cara.


Mi padre no creyó cuando le dije que mi madre estaba en trance. Así que no quise discutir con él. Pero sí, mi madre no era ella, actuaba raro. Ya cuando se dio cuenta que la habían robado había vuelto en sí. Y se sintió desdichada, pues había permitido a esas mujeres llevarse parte del dinero. Un dinero que con mucho sacrificio mi padre guardaba recelosamente.


Recuerdo que mi padre lloró amargamente, tenía mucho coraje. Y salimos a buscarlas en la camioneta, mi padre había visto a unos gitanos en cierta carretera y tenía la esperanza que esas mujeres fueran parte de ese clan. Pero nada, no hubo rastros de ellas.


Mi padre les había contado a mi abuela Ofelia y tía Carmen lo sucedido, como para desahogarse. Mi abuela le dijo que diera gracias a Dios que sólo nos habían robado, pues esas mujeres son capaces de todo, y que la mayoría guarda armas debajo de sus grandes faldas.


Tiempo después cuando hice memoria sobre ese asunto, recuerdo que la mujer que conducía escondía algo dentro de sus faldas, que se había sentido temerosa con mi mirada, que me ordenó que me metiera cuando yo salí a despedirlas.


Años después, en el periódico, había leído la noticia de tres mujeres gitanas que habían caído al precipicio de una carretera, la camioneta roja había explotado junto con ellas, después de haber huido y de haber cometido un robo a un comerciante, dueño de una tienda de abarrotes, en algún punto de la ciudad.

No puedo negar que esbocé una gran sonrisa al leer la noticia. Pues las lágrimas de mis padres en ese hecho, no las he podido dejar en el olvido. Desde ese momento dejé de creer en la bondad de las personas y no iba dejar que nadie viniera a dañar a mi familia de nuevo.


Como familia enfrentamos ese trago amargo. Mi abuela tenía razón, gracias a Dios no nos habían herido o dañado físicamente. Pues Alexa era una niña y en su momento no entendió muchas cosas.


Ese suceso nos unió más de lo que ya éramos y semanas después mi padre hacía una carne asada en el patio de la segunda planta. Eddy sacó el dominó para jugar. Los cinco jugábamos y reíamos a rienda suelta. Esa imagen de familia feliz nunca la olvidaré, pues después de eso, la tristeza y lo paranormal nos rondaba.


Reímos, jugamos y comimos hasta altas horas de la noche. Ayúdamos a mi madre a recoger las cosas y trasladarlas hasta la cocina. Yo, nuevamente, me había encontrado dos pequeños gatitos bebés. Misifú andaba de callejera. Le dije a mis padres que me quedaría a dormir en el patio, porque quería ver las estrellas y meditar un poco.


Los gatitos bebés estaban a mi lado, acurrucándose en mis hombros. Y yo tirada boca arriba viendo aquel manto azul, tan espectacular, lleno de estrellas. Me pareció inmenso. Mi madre no quería muy bien que me quedara afuera yo sola, pero no pudo con mis ruegos. Me mencionó que me haría mal el rocío de la mañana. A las dos de la mañana me desperté, tenía sed pero mis padres habían cerrado la puerta. Quizá se olvidaron que me había quedado afuera.


De pronto una luz blanca cegadora me despertó, creí que ya había amanecido. Confusa por estar dormida al aire libre; sentí frío, pero vi la luna enorme y blanca. Los gatitos bebés comenzaron a maullar temerosos. Y vi lo que aún no he podido comprender; tres mujeres volaban por los aires; sus vestidos vaporosos de seda se mecían al compás de su vuelo. No, cualquiera que pensaría en brujas, se imaginaría escobas, vestidos viejos y feos; pero éstas mujeres eran bellas y volaban sin escobas, pero siguiendo el trazo, una detrás de la otra, canturreaban una canción, ellas felices en esa noche de luna.


Mis ojos no parpadearon, las seguí con la vista y ellas voltearon a verme, me sonrieron y una de ellas se me acercó: —Ven a volar con nosotros chiquilla—dijo la de atrás soltando una carcajada. Yo inmóvil no supe que hacer, más que corrí con todo y los gatitos y toqué la puerta para que me abrieran. Ya no quería seguir ahí. Las mujeres se fueron volando entre sedas.






jueves, 10 de abril de 2014

ALMAS PERDIDAS. Capítulo 4: Volando entre sedas


Capítulo 4: Volando entre sedas







Mi impresión en aquellos días, era que algo estaba ocurriendo. No parecían echos aislados, sino todo era una maraña de misterio, un misterio que yo quería descubrir. Para mis padres sólo eran casos extraños, pero que pasados los días los dejaban en el olvido.


No puedo negar que viví en esa casa momentos de felicidad, que fui una niña feliz, una niña rara pero feliz. ¿Por qué rara? Porque yo prefería pasar horas en mi cuarto avocada en la lectura de alguna historia que me estremeciera, porque asistía siendo niña a las bibliotecas, porque me estaba volviendo antisocial. No es que fuera díficil para mí hacer vida social, sino que a veces para mí siendo una niña rebelde, era complicado entender ciertas actitudes de la que yo llamaba el vulgo.


Mi madre me señaló que algo no estaba bien en mí, que debería salir y andar en la calle quemándome como las otras niñas, no le gustaban ahora mis formas de vestir, pues en casi todo mi clóset predominaba la ropa negra. No le gustaba tampoco mi gusto por el rock ni por el metal. Ni que yo anduviera escuchando a Marilyn Manson ni nada que pudiera parecérsele. Pues mi apariencia no distaba mucho de los vampiros. Mi piel muy blanca, mis cabellos largos y negros, con mis blusas y vestidos negros, algo que mi madre muy seguido me reprochó.


Para Eddy y para Alexa, sólo eran locuras de adolescente engreída. Pues mis hermanos casi en broma me decían, que yo por mi intelecto, me creía superior a la gente, y por eso no quería convivir. Bueno, en realidad no era ni soy así, creo que soy demasiado sensible y esa esencia gótica no la he perdido, creo que es parte de uno mismo, si uno se siente bien no hay porque desecharlo.


Pero en aquellos momentos, mi madre creía que si lo negativo me seguía era por ser amante de las películas de terror, por el tipo de música y la manera de vestir. Porque mi madre creía que yo había dejado de creer en Dios, y en la religión que ella me inculcó.


Sin embargo, aún y con mis cambios, nunca dejé de ser creyente. Pero mi forma de pensar era otra. Yo no necesitaba ni estaba de acuerdo en ir a la iglesia, pues me había topado con mucha gente falsa e hipócrita. Dios ha estado en mi corazón y siempre lo estuvo. Lo que a mí me persiguió es algo que jamás entenderé, pero vaya que lo viví. Nadie puede venir a decirme lo que se siente, porque las cosas que viví no sólo la vieron mis ojos, sino todos mis sentidos.


¿Cómo explicar esa fuerza que sientes, pero que no ves? Jamás dudé de mi misma, ni me creí loca. Pero de que algo habitaba en esa casa que mi padre habría construido con tanto amor, para nosotros, su familia, era cuestionable.


Cierto día, en mi habitación, cuando yo estaba dormida, algo me despertó. Yo sabía de antemano que mis hermanos estaban en la escuela, que mi padre se iba desde muy temprano a trabajar. Y que mi madre siempre se encontraba en la planta baja, o bien, andaría en algún mandado en la calle. Pero ese día, yo sabía que estaba sola. Mi cuarto siempre lo mantenía cerrado, pero unas manos comenzaron a recorrer mis piernas, de arriba a abajo. Yo me encontraba boca abajo semidormida, con la firme intención de levantarme, pero no podía, algo muy fuerte sobre mí me lo impedía.


Quise gritar pero no pude, algo me presionaba el abdomen. Yo me sentía presa de algo invisible. No veía pero sentía. Y muy a mis adentros, comencé en mi memoria a leer partes del salmo 91. "El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.


Y así, de esta manera, esa carga en mi cuerpo que me presionaba dejé de sentirla, y desapareció, no sin antes echar una especie de bufido en uno de mis oídos.


Quise correr escaleras abajo, pero mi madre no estaba, y si se lo hubiera dicho en ese momento, me hubiera tachado de loca o de dormir de más. Ese hecho me lo callé. Y actúe de manera normal.
 
 
 
 
★ ★ ★


 

Un domingo en la mañana desperté y no había nadie en casa, me dispuse a desayunar solamente acompañada de Misi; era un domingo agradable, de mucho sol.

 
A las pocas horas llegó mi madre junto con Alexa, habían ido al mercado a comprarse algunas cosas. Pero mi madre se quedó afuera platicando con unas señoras que estaban en una camioneta roja. Le pregunté a Alexa, quienes eran ellas; y me dijo que ellas acababan de llegar a la casa cuando la señora rubia que conducía le había chistado a mi mamá.

 
Mi mamá entró a la casa con un muy mal semblante y me dijo que quería hablar conmigo. Nomás verle el rostro me preocupé, era algo extraño que mi mamá se comportara de una manera tan intranquila y rara a la vez.

 
Me alcanzó a mencionar que la mujer que conducía le había dicho que si esa era su casa, y que tenía que contarle algo muy importante. Mi mamá atenta la escuchó, y ésta señora le dijo que en la puerta de la casa habían tirado tierra de panteón... y que seguramente había malas vibras en la casa. Pero que ella de manera bondadosa la ayudaría.

 
Mi madre creyó en la ayuda, les permitió a dos de ellas entrar a la sala, una se quedó en la camioneta. La mujer rubia, y con faldas largas, barrió a mi madre con unas hierbas, y dijo no sé que palabrerío. Y le pidió a mi mamá, que si tenía dinero guardado, que por favor lo sacara, porque ella bendeciría ese dinero para que se multiplicara.

 
Yo estaba detrás de unas cortinas escuchando todo, me pareció algo estúpido, pero mi mamá parecía marioneta entre hilos. Me dijo molesta que subiera al cuarto donde yo ya sabía que estaba el dinero de mi papá.

 
Sí, mi padre en ese entonces guardaba sus ahorros y demás dinero en una cómoda vieja pero muy fuerte. Los billetes estaban en ligas, contados por numeración, y estaban las fajas de dinero en un botín color crema, que mi padre guardaba recelosamente. Era su tesoro, y nadie podía agarrárselo.

 
Pero ese día, a mi madre le valió, y me ordenó que fuera por ese dinero, por todo, y que se lo entregaríamos a esas mujeres para que lo multiplicaran y nos quitaran las malas vibras, porque según ellas, alguien muy malo había tirado tierra de panteón en la puerta de nuestra casa.

 
Obedecí a mi madre, y las piernas me pesaron al subir las escaleras. Llegué al cuarto de mis padres, y entre los cofrecitos y los joyeros no encontraba la dichosa llave que abriría la cómoda. Tardé minutos en encontrar la llave... y cuando miré el espejo del peinador, vi la imagen de una mujer, con un vestido blanco de invierno, y una larga cabellera ondulada marrón, pero con la cara pálida, como de muerta. No grité, pero del susto me caí al borde de la cama, y me pegué en la frente. Mi respiración era agitada, quería correr del miedo que había invadido mi cuerpo.

 
Mi madre, abajo gritándome que ya me estaba demorando demasiado, que dónde estaba lo que había pedido. Y yo, con el miedo, no encontraba la llavesita, hasta que apareció en uno de los joyeros y torpemente abrí la cómoda, había un montón de ropa vieja, de cosas, con mis brazos tantee el final de la cómoda y saque el gran morral color crema de mi padre. Lo tomé entre mis manos y una fuerza me impedía que sacara lo que contenía. Algo me empujó hacia atrás y volví a caer. Pero los gritos de mi madre me desesperaron y eché las fajas del dinero en la cama. Dejé unos cuantos fajos sobre la cama y tomé algunos para llevárselos a mi mamá, que rugía como león por el enojo.

 
A mí no me parecía todo ese ritual, pero obedecí, agarré unos calcetines de mi padre, pues ahí meterían las mujeres esas, los fajos de dinero para que se multiplicaran. La mujer “limpió y barrió” el dinero... le colocó a mi madre un morral en la cintura para que después de dos horas ella lo abriera.

 
Despedí a las mujeres con mi mirada de sospecha. Ellas me miraron raro. Me dijo la mujer rubia que conducía: —tú tienes poder, pero ahora no te servirá de nada. Cierra la puerta pronto y vuelvete con tu madre.—me dijo dándome una sonrisa falsa.

 
La voz de esa mujer me dio escalofríos. Cerré el portón de la casa, y vi a mi madre arrodillada cerca de la puerta de la casa en una especie de trance. Le pedí que se parara, y al pasar los minutos cuando mi madre abrió el morral, en el sólo contenía pedazos de periódicos que simulaban fajos en efectivo. La habían timado. Y ella había caído y les había creído. Se echó a llorar. Y yo maldecí a las mujeres, salí corriendo en busca de la camioneta roja, pero ya era demasiado tarde.










miércoles, 9 de abril de 2014

Este jueves, un relato: ¡Qué arte mi "arma"!


 
 
 
 
Ya en estos treinta y dos años de vida que me cargo, han desfilado personas que me han dejado una huella en la cuestión de lenguaje. Que su arma es el lenguaje. Mis mejores maestros de Literatura con sólo pararse enfrente ejercían en algunos una autoridad tremenda, por el simple hecho de como se desenvolvían a la hora de hablar, el como nos comunicaban su doctrina. Su lenguaje siempre muy formal, de personas que toda su vida han leído. Mi maestro Genaro Saúl Reyes, era uno de los que me impresionaba, porque siempre decías las palabras exactas para vincularnos con el pensamiento, con la cultura, con el propio ser. Pero ahora, y dando un giro de 360 grados, me ha tocado ver ese otro lenguaje, ese lenguaje que mutila, ese lenguaje que ha matado, lenguaje de guerra. Ese lenguaje que usan los narcos, desde los sicarios hasta las cabecillas, ya cuentan con el reconocimiento de la Real Academia Española. Palabras como "levantón", "plomear", "ejecutar", "pase", "narcofosa", "narcotúnel", encobijado", etc. No solo la sociedad ha sido víctima de la guerra entre los carteles, ahora también el lenguaje y la cultura han ido sufriendo una transformación paralela, con nuevos iconos y palabras que surgen para referirse a acciones concretas de estos delincuentes, es un nuevo campo semántico... no sólo nos transforman con sus actos o sus balas, sino ahora también con sus palabras... que hemos ido conociendo, pues su arte es fragmentar, es matar, acabar con lo bueno. El narcolenguaje no sólo ha hecho presencia en la música, principalmente en los corridos, sino en el discurso coloquial de la sociedad, en la conciencia popular y social. El "narcoglosario" crece cada día con la creciente presencia social del narcotráfico, en donde los narcos han creado su propia semiótica, donde no sólo amedrentan sino dejan huella.
 
 
 
Para leer más relatos jueveros en Matices en la vida.
 
 

lunes, 7 de abril de 2014

Palabra 15 de 52.- ENIGMA


Un enigma






Para muchos lo que tiene
que ver con Dios es un enigma,
un misterio.


Para algunos es una fuerza,
una energía, una creación social.
Un creer en algo que no es,
una duda.


Para mí, como creyente, todo
camino me lleva a él.


Él creo al mundo, lo reveló
y lo manifestó.


Él es camino, verdad y
vida.


Para otros y muchos, un gran
enigma.


Nadie creerá en él por
obligación, todos somos
libres de esto.









Para leer más enigmas con nuestra amiga Sindel.

Palabra 14 de 52.- ESTRELLA


Estrellas fugaces






Una noche mi hermano y yo

nos preparamos para un

gran acontecimiento.

Nosotros, unos niños,

con gran novedad,

con grandes anhelos

nos unimos al vuelo.

Esa noche oscura

y fresca

esperábamos impacientes

la lluvia de luceros

que brillaban intensamente.

Estrellas fugaces

danzando en el cielo.

Estrellas brillando

en esa gran oscuridad.

Recuerdos de nuestra

niñez encendida.




Para leer más estrellas con Sindel.


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