"Recargada
en una reja que da hacia la celda del ala psiquiátrica, la
encontramos, pensativa, su mirada es fría y un tanto perdida, pero
no lo suficiente como para dejar ver un aire de melancolía".
Diario
de Querétaro
Basado en un caso de la vida real...
Desde
hace algunos años me ha interesado estudiar la conducta del ser
humano y el comportamiento de éste en la sociedad. Como seres
humanos pienso que somos iguales, pues tenemos las mismas
oportunidades, la elección, el libre albeldrío, como personas somos
diferentes por nuestras formaciones, valores, creencias, ideas y
experiencias.
En
fin, me preguntaba si los hombres nacen malos o es la sociedad la que
lo va corrompiendo, aunado a sus experiencias, vivencias. Y qué
acontecimientos te llevan a realizar actos terribles e inhumanos.
¿Qué genera la maldad? ¿Hay una naturaleza perversa en el ser
humano? Estas y otras ideas habitaban en mi cabeza, pues me habían
dejado la tarea en clase de criminología, y haciendo prácticas
profesionales me encomendaron estudiar el expediente de una madre
asesina, de Claudia, recluída varios años en el Cereso Femenil de
Tepepan, D.F.
Antes
de que se autorizara mi visita al Reclusorio, tomé entre las manos,
los papeles que ya con anterioridad había leído sobre los
acontecimientos del triple crimen el 24 de abril de 1989, la noche de
la tragedia, expediente que ya muchos habían leído, pero aún nadie
podía comprender.
Es
una de las 180 presas. Lleva 24 años interna en el anexo
psiquiátrico del Reclusorio de Tepepan, le faltan algunos años más
por salir. Saldría libre en el 2019, según el Juez.
Yo
era una niña cuando sucedieron los hechos, y ahora que me ha tocado
estudiar este caso me entusiasma, pero las relecturas reviven lo
acontecido y me da pavor sólo de pensar en lo qué paso, siento
escalofríos y un poco de nerviosismo. Sí el Dr. Cárdenas supiera,
quizá no me hubiera dado a mí este caso, pero soy humana y no puedo
ser tan insensible. Bueno, es hora ya.
Cruzo
el pasillo y giro hacia mi izquierda, atrás de mí camina una
custodia, no dirigimos palabra, sólo expresión corporal, no sale de
mí palabra alguna. Y veo que la interna me espera ya.
-
Buenos días Claudia, me permite hacerle unas preguntas -me dirijo a
ella mirándole sus grandes ojos.
-
Sí, me dijeron que vendría hoy -murmura-.
-
Sé que han venido ya muchos en todos estos años. No sé si le
moleste que retomemos su expediente.
-
Nada en estos años han hecho, así que no habrá diferencia.
-Quizá,
pero vamos a ver qué pasa.
Dirije
su mirada hacia la pared blanca, mirándola con detalle y se queda en
silencio como si yo no estuviera ahí.
-
¿Claudia? -la interrumpo- ¿Me puede describir lo que recuerda sobre
aquélla noche del 23 de Abril?
-
Me gusta tu cabello -me dice- Así era el mío antes. ¿Tú no eres
igual verdad?
-
¿Cómo igual? ¿A qué se refiere? Bueno, le preguntaba si recuerda
aquél día, ¿me puede platicar sobre aquel día?
-"Mi esposo y yo peleábamos, siempre peleábamos. Subí a la
recámara y me acosté. Supongo que los niños ya estaban dormidos.
Tuve muchas pesadillas esa noche. Me hablaban las voces. Dormía y
soñaba. Yo oía mucho ruido en la planta baja, pero bajé y no había
nadie. Y yo escuchaba como si hubiera guerra, nos querían matar a
todos. Y las voces me ordenaron, me ordenaron hacerlo, me dijeron que
tenía que matarlos. Las voces me decían que Mazatlán era un
espíritu y que Sinaloa ya no existía. Era una guerra, ir y venir,
comencé con el niño. Fui por el cuchillo. No me acuerdo cómo fui
por él. Sí me acuerdo del cuchillo. Me acuerdo que sí me agaché.
Creo que estaba llorando. Iba a empezar, es más, comencé. Cuando
brincó su sangre, yo desperté y vi la realidad. Entonces empezó a
llorar el niño. Yo lo agarré, le doblé la mano. Me acordé que no
tenía las llaves... De repente llegó mi niña y me dijo, Mamá
¿qué tienes? ¿qué está pasando? No le hagas daño. Nada mi
hijita, no hay problema -le dije. Duérmete. Entonces vi que se fue.
No me acuerdo qué pasó".
-
Sabemos que apuñaló a sus tres hijos, ¿qué fue lo que la impulsó?
-
Todos lo dicen, yo no lo recuerdo. Todos me lo preguntan -mira sus
manos-.
-
Lo sé. Queremos ayudarla para que pueda salir en libertad antes del
año determinado -le digo para tranquilizarla-.
-Las
voces me dijeron que lo hiciera. ¿Tú sí me crees?
Su
pregunta da vueltas en mi cabeza. Escucho el golpe de la custodia en
la puerta. Mi tiempo se ha terminado. Veo a Claudia como una mujer
normal, aseada, buen semblante, a sus 57 años aún es atractiva. No
entiendo que la habrá llevado a cometer tal filicidio.
Otro
golpe en la puerta me despierta y veo que sigo sentada frente a
Claudia.
-
Tengo que irme Claudia, gracias por concederme esta entrevista -le
extiendo mi mano para despedirme.
-Mis
hijos me esperan en casa, ahí están y estarán cuando salga -me
dice, con esa ternura de una madre-.
Claudia Mijangos