En
estas semanas, la verdad no las he contado, pero se me han hecho
eternas, me he perdido y no he participado en las palabras que semana
a semana nos brinda Sindel. Han sido días en los que he estado la
mayoría de las veces en el hospital, con chequeos, con exámenes
médicos, con piquetes, con sacadera de sangre, tomando medicamentos,
escuchando regaños por parte de los médicos. Y sintiéndome mal, me
he ausentado algunos días de mi trabajo, pero tengo que regresar con
normalidad a trabajar. Y nada, nunca me había sentido así de mal.
El
asunto es que no es sólo mi salud la que debo de cuidar, sino la de
mi bebé, que si Dios quiere, nacerá en febrero, o antes de febrero
a como sigan las cosas.
El
viernes pasado fui a una consulta médica y a realizarme mi primer
ultrasonido, estuve platicando con mi ginécologo, y me dijo que
siguiendo las recomendaciones médicas todo saldría bien, pero que
tenía que cuidarme por ser embarazo de alto riesgo. Le pedí que me
hiciera una ecografía para saber cómo iba mi bebé.
Estaba
muy nerviosa, y los nervios se me quitaron cuando vi en esa pantalla,
en blanco y negro, como el bebé se movía, vi que jugaba con sus
MANOS, las juntaba y las separaba y me dieron muchas ganas de
llorar, pero me aguanté, no quería que nuevamente se me subiera la
presión.
El
doctor tomó las medidas, y posteriormente escuché su CORAZÓN
latir, muy fuerte, pero con los latidos normales.
Ese
día salí más tranquila, pensando que tenía que recuperar mi salud
y salir adelante por mí, por el bebé que está creciendo en mí,
por mi hijita Azulia y mi novio David.
Mi
suegra me acompañaba ese día, al caminar a tomar un taxi, vi mi
reflejo en una puerta ESPEJO que había en la calle, y vi cómo
se estaba formando ya mi panza, algo que yo todavía no había
notado. Y me sentí alegre.
Feliz
de que venga otra personita a llenar de amor mi MUNDO, y el de
los demás.