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domingo, 9 de marzo de 2014

ALMAS PERDIDAS. Capítulo 1. Regreso a casa (Parte III)









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Ayudé a Alex a bajar las cosas más ligeras del auto, no quise preocuparlo con las sensaciones que me habría producido recorrer las habitaciones. Quizá sólo estoy nerviosa, nerviosa por lo del bebé, la mudanza, los cambios de mi vida. Traer un hijo al mundo no es cualquier cosa, no es una mascota ni un mono de peluche. No vienen con instructivos.

Y hablando de mascotas, cuando estuve en el baño secando el sudor de mi rostro. Percibí un maullido, ¿habría un gato dentro de la casa? Mi mamá no me comentó nada, suponiendo que la casa ha estado vacía. Bueno, le preguntaré a los vecinos cuando los vea.



Amor, estás muy callada, ¿te sientes mal?—me preguntó Álex algo preocupado por la expresión de mi rostro—.

No, corazón, me siento bien, sólo es el calor. Y la panza realmente me pesa—le digo para tranquilizarlo, acariciando mi abultado vientre.

No te lo quería decir, pero ya tengo demasiada hambre, ¿tú no?


La verdad sí, pero creo que es mejor que empecemos acomodar las cosas, antes de que oscurezca.


Bueno, apúremonos entonces, ¿qué hacías hace rato? ¿ya decidiste en qué habitación poner las cosas?

Sí Álex, hace rato te comenté que tomáramos una habitación en la planta baja, cerca del baño. No quiero subir escaleras. Y... eso será lo mejor.


Pero, de igual manera, tendremos que limpiar toda la casa ¿no crees? Hay demasiado polvo, y sé que eso no es bueno para tu asma.


Lo sé, pero primero lo primero, mañana limpiaremos, ahorita, la verdad... creo que ya me siento cansada y no quiero subir.




Conociendo a Alex como es de terco, quería quitarle la idea de limpiar toda la casa, pues no terminaríamos nunca de sacudir cada rincón. Y para ser sincera, no quería subir, y volver a sentir lo que sentí. No quería ni siquiera pensarlo. No sé si era producto de mi imaginación, o si ya estaba yo chocheando. Quizá el embarazo me hacia ser muy susceptible. Quizá era mi vista cansada. Y ya el lunes tenia que volver al trabajo después de unas semanitas de vacaciones. Dizque vacaciones, porque estar en casa soportando a las hermanas arpías y metiches de Alex, obviamente que no eran vacaciones. Pero sí, al menos, dejé de descansar mi vista. Estar todo el día detrás de una computadora, como editora de textos, es agotador. Aunque amaba mi trabajo, siempre quise trabajar exactamente para el periódico en el cual trabajaba, pero también tenía que decir, que era muy cansado. Y más en mi estado, en el que quería pasarmela dormida todo el día. Alex hacia muchas cosas por mí, quería que yo estuviera a gusto, me consentía demasiado, más chiflada no podía estar.


Mientras acomodaba mis cosas personales en un mueblecito de madera que mamá había dejado y Alex se encargaba de bajar todas las cosas del auto. Escuché el tronido de un cristal, algo o alguien había roto algo, el sonido provenía de la casa de madera que mi padre habría construido en el patio. No quise averiguar, pues ya estaba muy oscuro, los focos del patio exterior no servían. Pero sentí correr en mi piel algo helado, dos ojos rojos me veían a lo lejos, en uno de los ventanales de la casa de madera. Me quedé petrificada, no supe que hacer, no me salió la voz. Y ahí estaba ella, de nuevo, con un maullido de ultratumba que resonó en mis oídos.
 
 
 
 

3 comentarios:

Patricia dijo...

Me estoy asustando tambien, es que los gatos no me gustan...

Azulia dijo...

Los gatos son bien lindos Oriana, te lo digo porque mi gata Misifú en reelidad existió y era una gata fenomenal

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Lograste bien el efecto de terror ante lo sobrenatural.
Bien escrito.

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