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Ayudé
a Alex a bajar las cosas más ligeras del auto, no quise preocuparlo
con las sensaciones que me habría producido recorrer las
habitaciones. Quizá sólo estoy nerviosa, nerviosa por lo del bebé,
la mudanza, los cambios de mi vida. Traer un hijo al mundo no es
cualquier cosa, no es una mascota ni un mono de peluche. No vienen
con instructivos.
Y
hablando de mascotas, cuando estuve en el baño secando el sudor de
mi rostro. Percibí un maullido, ¿habría un gato dentro de la casa?
Mi mamá no me comentó nada, suponiendo que la casa ha estado vacía.
Bueno, le preguntaré a los vecinos cuando los vea.
—Amor,
estás muy callada, ¿te sientes mal?—me preguntó Álex algo
preocupado por la expresión de mi rostro—.
—No,
corazón, me siento bien, sólo es el calor. Y la panza realmente me
pesa—le digo para tranquilizarlo, acariciando mi abultado vientre.
—No
te lo quería decir, pero ya tengo demasiada hambre, ¿tú no?
—La
verdad sí, pero creo que es mejor que empecemos acomodar las cosas,
antes de que oscurezca.
—Bueno,
apúremonos entonces, ¿qué hacías hace rato? ¿ya decidiste en qué
habitación poner las cosas?
—Sí
Álex, hace rato te comenté que tomáramos una habitación en la
planta baja, cerca del baño. No quiero subir escaleras. Y... eso
será lo mejor.
—Pero,
de igual manera, tendremos que limpiar toda la casa ¿no crees? Hay
demasiado polvo, y sé que eso no es bueno para tu asma.
—Lo
sé, pero primero lo primero, mañana limpiaremos, ahorita, la
verdad... creo que ya me siento cansada y no quiero subir.
Conociendo
a Alex como es de terco, quería quitarle la idea de limpiar toda la
casa, pues no terminaríamos nunca de sacudir cada rincón. Y para ser
sincera, no quería subir, y volver a sentir lo que sentí. No quería
ni siquiera pensarlo. No sé si era producto de mi imaginación, o si
ya estaba yo chocheando. Quizá el embarazo me hacia ser muy
susceptible. Quizá era mi vista cansada. Y ya el lunes tenia que
volver al trabajo después de unas semanitas de vacaciones. Dizque
vacaciones, porque estar en casa soportando a las hermanas arpías y
metiches de Alex, obviamente que no eran vacaciones. Pero sí, al
menos, dejé de descansar mi vista. Estar todo el día detrás de una
computadora, como editora de textos, es agotador. Aunque amaba mi
trabajo, siempre quise trabajar exactamente para el periódico en el
cual trabajaba, pero también tenía que decir, que era muy cansado.
Y más en mi estado, en el que quería pasarmela dormida todo el día.
Alex hacia muchas cosas por mí, quería que yo estuviera a gusto, me
consentía demasiado, más chiflada no podía estar.
Mientras
acomodaba mis cosas personales en un mueblecito de madera que mamá
había dejado y Alex se encargaba de bajar todas las cosas del auto.
Escuché el tronido de un cristal, algo o alguien había roto algo,
el sonido provenía de la casa de madera que mi padre habría
construido en el patio. No quise averiguar, pues ya estaba muy oscuro,
los focos del patio exterior no servían. Pero sentí correr en mi
piel algo helado, dos ojos rojos me veían a lo lejos, en uno de los
ventanales de la casa de madera. Me quedé petrificada, no supe que
hacer, no me salió la voz. Y ahí estaba ella, de nuevo, con un
maullido de ultratumba que resonó en mis oídos.
3 comentarios:
Me estoy asustando tambien, es que los gatos no me gustan...
Los gatos son bien lindos Oriana, te lo digo porque mi gata Misifú en reelidad existió y era una gata fenomenal
Lograste bien el efecto de terror ante lo sobrenatural.
Bien escrito.
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