"La ciudad es el lugar donde nada permanece".
No he dormido
bien, siento que me quedan ganas de seguir durmiendo, pero me esperan
las labores y volteo y mi hijita esta con sus juguetes o distraída
con sus manos esperando a que le de su biberón. Últimamente hago
las cosas como de manera automática, sabiendo lo que tengo que
hacer.
Estoy en el
trabajo, aprovecho mis ratos libres o el llamado tiempo muerto.
Quisiera tiempo para mí, tiempo para leer, para adentrarme en algún
libro con una historia maravillosa, de esas que te atrapan. De estar
en casa, sentir esa protección de estar en casa y que ahí nada te
pueda pasar. De cocinar, de comer mirando la televisión o alguna
película. De compartir esos momentos con mi bebita.
Hace algunos
años disfrutaba de caminar por el centro de la ciudad, ahora lo
hago, más bien, lo hacemos con miedo, naturalmente la ciudad ha
cambiado para mal. Choques, atropellos, muertos y demás, eso es lo
que poco a poco nos ha heredado la ciudad que nos ha visto nacer.
¿Algún día cesará? No lo sabemos a ciencia cierta. Cada quien
vive lo que tiene que vivir, vive en su burbuja o en su propia
realidad. Podemos agregar que eso no sólo trae consecuencias
fatídicas sino estrés y ansiedad diario, pues ya no se sabe si se
volverá con bien al hogar.
Eso realmente
me molesta, porque si hay un cambio no está en un gobierno
antidemocrático sino en los valores y en la educación de cada
quien. Uno siempre tendrá su propio límite y su libre albedrío.
Monterrey está
muy lejano a lo que disfrutaba y conocía. Recuerdo las mañanas
frescas, los atardeceres rojos, el olor del algodón de azúcar, el
vapor de los elotes, las señoras con sus niños y mi viaje de una
hora en camión.
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