LIBROS, UN AMOR Y CAFÉ
Se
levantaba muy temprano por las mañanas para alcanzar la ruta de
camión que lo llevaba a Ciudad Universitaria, a esa hora el
transporte se llenaba por trabajadores y mayoría de estudiantes.
La
rutina de Benito era la misma para no perder la costumbre. Llegaba
puntual, trabajaba en la Biblioteca Central de la Universidad, su
labor consistía en acomodar los libros en estricto orden, tanto
bibliográfico como temático, acomodo de fichas bibliográficas en
archiveros y se encargaba también del préstamo externo de libros.
Benito
conocía cada rincón de la biblioteca como la palma de su mano,
sabía perfectamente donde iba cada libro, se habían convertido en
sus compañeros eternos. Más amaba su rutina, no se quejaba, al
contrario, siempre de buen humor, con trato servicial, que era lo que
más lo caracterizaba.
De
estatura pequeña, delgado, tez morena, cabello ondulado grisaceo, y
vestimenta color café, casi siempre vestía de café; ya todos los
estudiantes sabían que Benito era el encargado de la biblioteca,
hace años que trabajaba ahí, que su hora de entrada y su hora de
salida no variaban, siempre las mismas.
Alguna
vez Benito platicó con una estudiante muy sociable que él era
divorciado, que su esposa lo había abandonado para irse a vivir con
un hombre más atractivo, más joven y con más dinero. Benito no
dijo nada, no reclamó, no preguntó el por qué, sólo asumió las
consecuencias de verse solo, de estar soltero por muchísimos años,
no quiso saber ni entender, sólo se cobijó en la compañia que le
brindaban los libros, las historias en ellos contadas, las sonrisas y
las charlas de los estudiantes.
Libro
que estudiante pedía prestado, libro que Benito comentaba, siempre
había un comentario para tal libro, una historia que contar, algo
que narrar y su vida giraba en torno a las historias de esos
inseparables, que eran sus amigos.
Esa
rutina jamás había sido cuestionada por Benito, creyó sentirse
satisfecho, pero una noche al ver su reflejo en el retrovisor del
transporte en el que iba, se vio viejo y acabado. ¿Su vida seguiría
así? ¿Sumido en una gran biblioteca? ¿Viviendo de las historias de
sus compañeros los libros? ¿Cuándo había dejado de vivir su
propia historia? Estaba sobreviviendo, más no viviendo realmente, su
realidad la había puesto a un lado.
Desde
aquél día algo cambió en él, y asistía con pesadumbre a la
Biblioteca, sonreía poco a los estudiantes, hacía las cosas de
manera automática, ya no hablaba de las historias ni los personajes
de los libros, se limitaba a su labor.
Un
buen día, una mujer joven, extranjera, había llegado a la
Biblioteca, a pedir informes sobre acervos bibliográficos, no era la
primera vez que visitaba la biblioteca, pero Benito apenas la había
visto. Le comentó que era austriaca y que había llegado a la ciudad
para estar unos meses, pues quería visitar las bibliotecas
universitariasy privadas, ya que ella quería establecer un negocio,
un lugar así como una librería donde se pueda tomar café y leer.
Y
así, por unos días, por algunos meses, la joven asistía con
frecuencia a la biblioteca y le gustaba mucho platicar con Benito, a
veces se iban juntos a tomar el transporte. No sólo platicaban de
libros, sino de sus vidas, de sus gustos, de algo en común que
pudieran tener.
A
Lidia le gustaba como era Benito. Y a Benito le gustaba como era
Lidia. Para muchos ya era común verlos juntos al terminar la jornada
laboral de Benito. No les pareció raro la diferencia de edades, ni
tampoco que ella era atractiva ni que él era más bien bello de
alma. Pues las risas contagiosas decían más que mil palabras.
Así
al pasar de los años, Benito por fin podría contar su propia
historia, compartir no sólo su vida, sino algo en común, ahora con
su amada, libros y café.
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8 comentarios:
Que buena historia. ¿Por que no le puede pasarle a un bibliotecario? ¿Por que una mujer joven y atractiva no puede interesarse por los libros?
Incluso me recuerda a que Ingrid Grudke, una modelo bellisima, fue la pareja de un bibliotecario, durante unos 16 años.
Así que puede pasar.
La historia es preciosa, además está muy bien escrita. Frente a la otra que vivía, quizá, del resultado y exceso de novelitas rosas, salió ganando el bibliotecario y la señora austriaca.
Un beso
Es muy linda la historia de Benito, me gustó y conmovió, Azulia
DEMIURGO: Gracias, yo quiero pensar que podría pasar, aunque suene a ciencia ficción.
VALAF: Sí, es que siento que a veces algo en nuestras vidas nos hace despertar. Un beso
LAO: Gracias Lao, qué bueno que te gustó. Un Abrazo
¡Wow! Que buen relato. Cargado de una dura realidad, pero a la vez con un final feliz. Me alegro por Benito, nadie merece estar solo.
Un saludo
Preciosa historia. La vidda te puede cambiar en un momento; aunque no te lo creas, y eso le pasó a Benito.
Un abrazo
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