ALMAS
PERDIDAS
Capítulo
3: El Charro Negro
Esa
noche la de la aparición fantasmagórica yo acababa de apagar la
radio, no quise levantarme de la cama, y sólo jalé la mano para
desenchufar el cable. Misifú me hacia compañía, se encontraba
cerca de mis pies. El cuarto estaba muy oscuro, pero no me molestó,
pues necesitaba descansar de mis ojos por tanta lectura diaria.
Estiré
mis piernas a lo largo de la cama, cerré mis ojos y ya estaba
preparada para domir cuando comenzó a escucharse mucho viento. El
viento tenía un sonido espeluznante, y yo que acababa de escuchar
relatos de terror de la gente que hacía llamadas al programa de
radio de La Mano Peluda, sentí un escalofrío tremendo. Ese miedo se
lo transmití a Misi, pues de estar al borde de la cama, se acurrucó
muy cerca mío.
Las
ventanas y los vitrales de la casa eran sacudidos por el viento. Mis
papás y hermanos estaban ya dormidos. Me mantuve alerta, con los
ojos bien abiertos. El viento tenía voz propia, creí que también
silbaba. Y de pronto se escuchó un tronido muy fuerte en la planta
baja. Yo agarré las sabanas y me tapé la cabeza, como si las
sábanas fueran a defenderme. Temblé bajo de ellas. De pronto, se
escuchó el rechinido de mi puerta, alguien la había abierto. El
corazón me palpitaba a mil por hora. Tuve la esperanza de que fuera
mi madre, la que la había abierto. Pero para mi sorpresa no era
ella.
La
puerta de mi cuarto se abrió completamente. Supuse que fue por el
viento. Alcé mis ojos hacia el pasillo que daba a los demás
cuartos. Me levanté de la cama y por unos minutos me pare detrás de
mi puerta abierta. Y fue al final del corredor que vislumbré una
silueta negra, medía como dos metros, y vi una especia de sombrero,
un sombrero de charro. Quise gritar, pero no pude emanar grito
alguno. Misi estaba a un lado mío y comenzó a 'esponjarse' a
ponerse en guardia. Pero esa silueta estaba parada afuera del cuarto
de Eddy y traspasó la puerta. En ese momento corrí a mi cama, Misi
también corrió. Y de nuevo bajo las sábanas pedí a Dios que me
protegiera, que protegiera a mis padres y a mis hermanos, pues eso
que yo había visto, no era de este mundo.
No
supe a qué hora me dormí, o si acabé rendida de tanto orar. Mi
mamá se encontraba en la cocina, y le pregunté qué por qué no se
había despertado con el ruidazo de anoche, con tanto viento. Ella me
lanzó una mirada de confusión.
—¿Cuál
viento Elisa?—me dijo mi madre—Yo no escuché nada.
—Mamá,
pero estaba fuertísimo el viento, ¿por qué no lo escuchaste?
—Hija,
pues ¿a qué hora fue eso?
—Pasadas
las 00:00 horas
—Tú
papá y yo nos dormimos temprano.
—Bueno
mamá, eso no es tan importante, lo que te quiero platicar es muy
serio. Pero tienes que creerme.
—¿Qué
pasó? Dime ya—mi mamá ya muy preocupada por mi semblante y el
tono de mi voz.
—Mamá, anoche después de escuchar la radio, se escuchó mucho viento, no entiendo por qué no lo escuchaste. Pero vi 'algo' en el pasillo.
—¿A
qué te refieres con algo hija?
—No
sé como describirlo, era algo muy alto, con ropa negra, con sombrero
de charro, era un charro negro.
—Necesitas
dormir bien y no desvelarte tanto como acostumbras -me dijo mi madre.
—Pero
mamá, créeme, en verdad te digo, que anoche vi algo raro al final
del pasillo. No era papá, tampoco era Eddy, ellos no son tan altos
ni delgados. Aparte, ese 'algo' traía sombrero. Era algo, muy alto y
delgado... te estoy hablando que ya era madrugada.
—Por
eso mismo hija, quiero que ya no te desveles, ni te duermas a esas
horas. Ni que andes escuchando tanta historia de terror, eso te está
afectando, tanto que ahora dices ver cosas raras.
—Pero...
— poniendo gestos de fastidio— Está bien, lo haré.
Lo
que vi aquella noche me intrigó, también sintí correr el miedo por
todo mi cuerpo, como algo que electriza la piel. Era la primera vez que tenía esa sensación, jamás me había pasado algo similar. No sólo yo lo había
visto, pero Misi obviamente no podía afirmar mi visión. Misifú era
testigo mudo.
La
siguiente noche fue cansada, quise dormir temprano, pero sólo pensar
en el suceso vivido la noche anterior estuve en vela. ¿Qué era
aquello? ¿Era un ser del más allá? ¿Por qué sólo me había
ocurrido a mí? ¿Me habría pasado por ser fiel seguidora de La
Mano Peluda?
¿Era una broma del destino?.
A
las 10 de la noche, ya estaba en mi cama, junto a mí también estaba
Misi. Escuchábamos de nuevo los relatos de terror; la voz de Juan Ramón Sáenz
ya era conocida para nosotras, ya nos resultaba familiar.
Para
sorpresa mía, un radioescucha había hablado a la estación de radio
para narrar una historia de terror, una experiencia sobre un charro
negro. A Miguel Ángel Barajas le había pasado lo mismo en
Veracruz, cuando el tenía 14 años, en el municipio de
Coscomatepec.
A
Miguel Ángel se le había aparecido una noche por la sierra, una
entidad de dos metros, en un caballo. En el pueblo hablaban del
Charro Negro, que era ni más ni menos que el Diablo en persona.
(Continuará...)
2 comentarios:
Es muy típico de una madre (y de un padre) creer que escuchar historias de terror, hace soñar con esas historias. O que una visión inquieteante sólo se debe a eso. No es así.
Si fuera así me la pasaría viendo, antes de dormir, peliculas con vampiras peligrosas pero bellas.
Muy bien contado, tan verosimil, como si hubiera pasado realmente eso de la aparición.
Estupendo y terrorífico relato. Jamás había leído uno de esta temática.
Si me hubiese pasado a mí jamás regresaría a mi habitación.
Saludes
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